Tuesday, June 10, 2008

Maratón de artículos añejos


1. Requiem por Tristán Altagracia


Recuerdo la primera vez que vi a Tristán Altagracia irrumpiendo intempestivamente en la sala de prensa de la Municipalidad de La Serena exigiendo que Carolina, mi supervisora de práctica y periodista del municipio le entregara el cuestionario de la entrevista que debía realizársele para el número 2 de la revista "Mistral", argumentando "No quiero que se me tergiverse ni que se me cambio una sola coma". Como lógicamente ella no accedió, sintiéndose indignado se retiró enfurecido del lugar. Posteriormente, tuve acceso a su libro "Limeta Topacio", y siendo sincero, lo encontré pésimo. Versos sin ritmo interno, llenos de paráfrasis forzadas a Bukowski y Jim Morrison con un tufillo a viejo verde, capaz de invenciones verbales tan burdas como "de hazmerreíres y hazmellorares" y otras varias, que no recuerdo. Compartiendo impresiones con distintas personalidades del ámbito cultural, descubrí que la mayoría discrepaba conmigo, como tuve ocasión de experimentar en un recital poético con motivo de la conmemoración de los 100 años del nacimiento de Pablo Neruda en el cual, con dificultad logré mantenerme despierto mientras gran parte del auditorio lo aclamó como un vate de excelencia. ¿Acaso era que en mis torpes 24 años de vida y mis nueve de poeta subterráneo e inpublicado no lograba entender la genialidad cuando me topaba con ella? ¿o acaso se trataba de mis resentimientos porque él sí se había atrevido a dedicarse a la poesía full time y yo no?. Sabina Luna, destacada bailarina de la zona, me comentó una vez "los artistas somos personas diferentes al resto, porque sentimos el arte a cada momento y no podemos despegarnos de él, así se nos vaya la vida". El punto es que cuando mostraba los poemas de Altagracia a gente lejana al mundo del arte o al menos a los círculos artísticos, gente "normal", opinaban lo mismo que yo; tanto un conocido fotografo "institucional", como mi amiga diseñadora, tanto mi abuelita como mi amigo del colegio lanzaba comentarios como "fome" "este gallo está loco" "estos artistas" y demases. Así que no era sólo un problema personal... El punto es que fui desarrollando una cierta fascinación morbosa con la poesía de Tristán, debo decirlo...¿o acaso fue su persona? Porque fui averiguando cosas...datos curiosos como que tenía una protuberancia que emergía de uno de sus dedos que era bastante repugnante de ver, que había vivido en Santiago a expensas de un conocido escritor, que tenía a lo menos un libro con poemas de verdad buenos, que era un tipo que lograba hacerse querer, encantar a sus cercanos con alta gracia...y es irrefutable que al menos un buen poeta como Andrés Pulgar le dedicó uno de sus trabajos. Gilbert Keith Chesterton, el gran (literalmente hablando) escritor y periodista británico, al describir a uno de sus personajes, decía que "quizás no era un gran artista, pero en sí mismo se trataba de una obra de arte". Quizás esté allí la clave de todo el misterio, un misterio muy personal que ya jamás tendrá respuesta al menos en esta esfera. Así como pasó con Stella Díaz, saldrá al paso un montón de gente a reconocer y redescubrir su obra, seguramente alguna calle llevará su nombre, opiniones como la mía serán consideradas absolutamente como un sacrilegio. Soy de la idea que no es correcto endiosar a los caídos, que es lo más fácil y cómodo. Y a pesar de mis reparos, lo importante es que sí dejaste una huella viejo Tristán. Personalmente te voy a hechar de menos, y lamentaré siempre el no haber tenido oportunidad de expresarte personalmente mis críticas...hubiera sido interesante, pero ni modo. Descansa en paz,viejo, te lo mereces.


2 - Distorsiones

"Lo esencial es invisible a los ojos" decía el Principito, ese entrañable personaje de Antoine de Saint-Exupery. Bella frase, sencilla y directa, pero al parecer, como tantas otras perlas de sabiduría, suele caer en saco roto. Herbert Marcuse decía que los aparatos de dominación nos hacen caer en trampas léxicas tremendas, que nos hacen a priori lanzar ciertas frases hechas que todo el mundo acostumbra a usar y que gozan de una validación universal sin que uno se detenga ni siquiera por un minuto a cuestionar sus implicancias; frases, que por cierto, hacen las veces de "tónico invisible" para lo esencial. Es así que llego a un artículo, sin duda bien intencionado, donde uno de nuestros corresponsales valora negativamente el estilo de vida de los cientos de mendigos y macheteros que pululan por las calles frente a aquellos "que sí trabajamos para ganarnos el pan". Echando mano de las cientos de estadísticas que existen sobre la vida moderna, podríamos llegar a concluir que, al revés, el 75% de los chilenos se alimenta para seguir trabajando, pues en Chile el concepto de trabajo no se asocia al de bienestar; muy por el contrario (y el éxito de las casas comerciales que utilizan cada vez más diversos sistemas de créditos, así como bancos, financieras y oficinas de cobranza que lucran con los endeudamientos de la gente que sólo aspira a conseguir un "bienestar" a través de objetos de consumo cuya necesidad es reforzada en nosotros, lo demuestra), que la vemos como algo naturalmente normal; o sea ¿Cómo no tener un celular si TODOS mis amigos lo usan? ¿Cómo no tener un computador si es INDISPENSABLE para mantenerme a la vanguardia de la globalizacion? Muchos mendigos han sido impulsados por las circunstancias de la vida a estar donde están, otros tantos (muchos más de lo que aceptaríamos reconocer) lo eligen por opción propia. "Me gusta estar en la calle" me comentaba un mendigo con quien compartí hace un tiempo valiosas horas en Providencia. Un mendigo de valparaíso, en tanto, narraba con espanto que cuando se encontraba en una casa de acogida de una conocida fundación de ayuda para las cuales donamos parte de nuestro vuelto en los supermercados, veía entrar las frazadas nuevecitas, las cajas llenas de mercadería, para luego cenar sopas de cáscara de pollo y cubrirse con frazadas de dudosa calidad. Aún más terrible, al ingresar a uno de los tantos cursos de capacitación dictados por instituciones públicas con el objeto de aprender algún oficio, se encontró con la sorpresa de que dicho curso había sido cancelado "por no reunir los cupos suficientes". Y como un mantra repetimos "las autoridades tienen que hacer algo" "hay que organizarse" " hagamos un gabinete PARALELO" porque simplemente no hay otra opción. Estamos acostumbrados a acudir siempre a las autoridades porque por sí sólos es muy difícil que nos escuchen, porque vivimos en una democracia representativa, porque son las reglas del juego. ¿Quién pone las reglas del juego? "Lo esencial es invisible a los ojos"

El Ego en la Literatura

Enviado por Jorge Trujillo el Sáb, 2006-09-23 16:28 Cultura Columna Internacional
Observemos que los mitos, las manifestaciones primigenias de la imaginación creadora del hombre, no tenían autor conocido, sino que se transmitían oralmente de generación en generación. Aquello les permitió adquirir una dimensión inusitada y una trascendencia tal que aún en nuestros días son historias que remecen, historias arquetípicas, que remiten a la memoria ancestral que todos los seres humanos poseemos, independientemente de las culturas de las que se trate. Muchos relatos legendarios contienen la base de las novelas más connotadas de todos los tiempos, ya sea explícita o implícitamente. Borges postuló, en uno de sus tantos cuentos, la participación de todos los escritores de todas las culturas y de todas las edades del hombre en la escritura de una gigantesca novela la cual no sería más que la sumatoria de todos los libros que se han escrito y se escribirán jamás. Esa idea es transversal a mucho de sus escritos, a pesar de ser él mismo un escritor celebrado, reputado y odiado. Esa es precisamente la pregunta que aquí quiero plantear: ¿Vale realmente la pena que los escritos sean firmados y su autor conocido? Piénsenlo. Cuando uno se topa con una frase en un muro, o en una escalera, o en cualquier parte, y ella captura nuestra atención, lo hace de una forma mucho más espontánea y profunda que si la leemos de alguien, o incluso que si la escribimos nosotros mismos. No obstante, es natural que sintamos una inevitable atracción, sobre todo cuando un texto nos identifica, a saber un poco más de su autor, acaso apenas las circunstancias específicas que llevaron a esa persona x a escribir algo tan cercano, tan desgarrador, o tan hermoso como para conmovernos. Supongo que el despeje de esta incógnita fue lo que determinó el auge del género biográfico. Así, en este mal llamado posmodernismo, narradores como Cervantes o Shakespeare (que dicho sea de paso aún no se sabe si efectivamente existió o si es un alias o un invento o algo así) muchas veces son protagonistas en las novelas contemporáneas. El problema es que estamos tan acostumbrados a conocer las identidades de todos aquellos que usan el lenguaje para algo más que para expresarse cotidianamente que a lo largo de la historia han surgido seres inescrupulosos que expresamente se dedican a la literatura (o, actualmente , al periodismo que es un género que ha cobrado vida propia) para endiosarse o engrandecerse ellos mismos sin aportar ni un ápice al acerbo oliterario más que una bonita pluma, desperdiciada inevitablemente en loops autorreferentes que se repiten una y otra vez (como nuestro querido amigo Fuguet o, con mucho mayor oficio pero la misma autorreferencia, el compañero Lemebel)... O peor aún, seres despreciables que si bien es cierto poseen una gran capacidad creadora, se endiosan en su pedestal y defenestran a todos aquellos pobres, oh, mortales que no están a su altura (en Chile tipos como Edwards o Lafourcade, por nombrar los ejemplos más clásicos). Personajes que han coayudado a crear el esterotipo del escritor de beatle y terno impecable que divaga en cafes y bares hablando de la mímesis o de la antipoesía de Parra o su homónimo en cualquier parte. Un estereotipo odioso, sin duda, como todos los estereotipo, pero realista y útil. Dejo la pregunta abierta ¿Vale la pena saber quién escribió que? ¿o es mejor ignorarlo? De qué nos ayuda: a no caer en algunos textos infumables...concuerdo absolutamente. Empero ¿Serían tan malos si desconociéramos de quien vienen? Quizás...
Adjunto
Tamaño
egoenlalite.jpg
85 KB

Sueños en Tránsito

Enviado por Jorge Trujillo el Vie, 2006-12-22 20:05 Local Columna Sociedad Av. Francisco de Aguirre, 23:30 horas, después de una ardua jornada de trabajo, de juerga o de lo que sea, algunos coquimbanos rezagados que no alcanzaron a desplazarse a sus casas en la última micro disponible, esperan el colectivo que los llevará a sus moradas. No obstante, los minutos pasan y no se ve ningún colectivo a la vista. "A esta hora precisamente empiezo a vender más" comenta el vendedor del carrito rojo, un ya clásico nocturno para los desafortunados pasajeros que ven cómo el tiempo se les pasa en una larga y aburrida espera, mientras procuran saciar su hambre con algún sandwich o golosina. 24:00 horas. Raudos llegan algunos colectivos que habían permanecido ausentes durante una hora exacta, apareciendo mágicamente justo en el momento en que las tarifas aumentan de $550 a $700. Qué coincidencia, pensarán algunos desconfiados. Ante tan esperado arribo, comienza un show de codazos y empujones donde donde las consideraciones más mínimas de buena educación y decencia ceden ante el impulso desesperado e irrefrenable de volver a casa. No importa quién lleve esperando más tiempo, no importa a quien se está pasando a llevar, sea una señora de edad avanzada o un joven universitario, lo único que importa es agarrar un lugar en el colectivo. Tras aquella especie de batalla campal, los perdedores retroceden, pero su vista permanece clavada hacia el oeste. Nuevamente los colectivos desaparecen, nuevos participantes se unen a la lucha por llegar a casa, algunos de ellos entre ironías se van conociendo y se van agrupando para enfrentar juntos el duelo que se avecina. 01:00 horas. Ni rastros de los colectiveros fantasmas, pero en su reemplazo se acercan algunos radiotaxis con la promesa de llevar a los pasajeros a destino...por el módico precio de $1000. " Y de repente sólo llegan hasta los semáforos de Alessandri, dicen que allí termina el servicio y uno se ve obligado a rezongar" reclama uno de los afectados. Algunos obviamente caen. Los más suspicaces sospechan de un acuerdo tácito entre el gremio de colectivos La Serena - Coquimbo, la única línea existente, y alguna que otra empresa de radiotaxis. Y se resignan a seguir conversando y consumiendo calóricos para matar el tiempo y alivianar la inhumana espera, hasta que algún colectivero se digne a aparecer.
Adjunto
Tamaño
espera.jpg
43.18 KB

1 comment:

Profe José said...

excelentes artículos, veo que sigues cultivando la pluma veraz

vi el video que ayudaste a hacer en la ex-cárcel... lo encontré buenísimo, imagenes precisas, te felicito

nos vemos en algún nuevo viaje, eterno peregrino!