Sunday, April 09, 2006

Los Arquetipos en Literatura (y una disculpa)

En mi anterior columna hablaba un poquito acerca de mi punto de vista acerca del ego o la personificación de la literatura. Aquella idea quedó un poco coja a falta del necesario trasfondo, porque también es cierto, sobretodo cuando se trata de lecturas producidas en épocas distantes a la nuestra. Conocer al autor y a su entorno inmediato nos permite hacernos una idea más clara acerca de lasa circustancias que influyeron en la visión del creador, complementando y enriqueciendo nuestra lectura.

No obstante, al aceptar esa premisa olvidamos el hecho de que las buenas ideas suelen ser universales, transversales a toda cultura y toda época. Es cosa de ver teleseries chilenas: todas y cada una de ellas remiten a algún clásico, sobre todo las más exitosas como Amores de Mercado, por sólo dar un ejemplo.

La dedicción lógica que surge de este aserto es la siguiente: las buenas historias son universales, sí. Todas las culturas tienen historias de amores imposibles, de celos enfermizos, de héroes legendarios, de buscadores de la verdad, por sólo nombrar algunos. Jung habla de ciertos arquetipos comunes a todo el inconsciente colectivo, los neo-mayas hablan de la noosfera, una capa de energía psíquica que está conformado por todos los pensamientos y obras humanas. No tengo los conocimientos necesarios como parta rtealizar una enumeración de éstos pero puedo afirmar con toda certeza de que existen. Y ejemplos sobran.

La originalidad en la literatura viene de las formas, de las maneras de enfrentar y caracterizar a los arquetipos, lo cuial sí varía de una cultura a otra. A veces hay autores que poseen una importancia meramenyte antropológica, retratando a la perfección el perfil de una época determinada, pero nada más. Porque su aplicación cae en localismos, y es complicado que lo local pueda trascvender a su condición espacio temporal. Es allí donde existen obras que pierden vigencia, y permanecen sólo como testimonios de un sewntir determ,inado. como el Lazarillo de Tormes, o los libros de Zolá, por nombrar algunos más lejanos a nuestra época y no herir susceptibilidades.

Los arquetipos parecen tener vida propia: nacen, evolucionan, se transforman, adquieren miles de formas y cada una de ellas es única como una joya. La originalidad reside en el coincel del tallador, no en el mármol, por hacer una analogía. Les invito a descubrirlos...si quieren dedicarse a escribir relatos, o incluso poesías, son una fuente inagotable de inspiración.

Dicho esto, voy a ocupar este espacio para otorgar disculpas publicas a mi amiga Edilia, a quien inconscientemente robé el nombre "colores en tránsito" Un arquetipo se coló en mi mente, al parecer... no te preocupes, amiga...el nombre seguirá siendo tuyo en esta dimensión espacio-temporal, al menos.

Sunday, April 02, 2006

El Ego en la Literatura

Observemos que los mitos, las manifestaciones primigenias de la imagionacion creadora del hombre, no tenían autor copnocido, sino que se transmitían oralmente de generación en generación. Aquello les permitió adquirir una dimensión inusitada y una trascendencia tal que aún en nuestros días son historias que remecen, historias arquetípicas, que remiten a la memoria ancestral que todos los seres humanos poseemos, independientemente de las culturas de las que se trate. Muchos relatos legendarios contienen mla base de las novelas más connotadas de todos los tiempos, ya sea explícita o implícitamente.

Borges postuló en una de sus tantos cuentos la participación de todos los escritores de todas las culturas y de todas las edades del hombre en la escritura de una gigantesca novela la cual no sería más que la sumatoria de todos los libros que se han escrito y se escribirán jamás. eSa idea es transversal a mucho de sus escritos, a pesar de ser él mismo un escritor celebrado, reputado y odiado.

Esa es precisamente la pregunta que aquí quiero plantear: ¿Vale realmente la pena que los escritos sean firmados y su autor conocido? Piénsenlo. Cuando uno se topa con una frase en un muro, o en una escalera, o en cualquier parte, y ella captura nuestra atención, lo hace de una forma mucho más espontánea y profunda que si la leemos de alguien, o incluso que si la escribimos nosotros mismos.

No obstante, es natural que sintamos una inevitable atracción, sobre todo cuando un texto nos identifica, a saber un poco más de su autor, acaso apenas las circunstancias específicas que llevaron a esa persona x a escribir algo tan cercano, tan desgarrador, o tan hermoso como para conmovernos. Supongo que el despeje de esta incógnita fue lo que determinó el auge del género biográfico. Así, en este mal llamado posmodernismo narradores como Cervantes o Shakespeare (que dicho sea de paso aún no se sabe si efectivamente existió o si es un alias o un invento o algo así) muchas veces son protagonistas en las novelas contemporáneas. El problema es que estamos tan acostumbrados a conocer las identidades de todos aquellos que usan el lenguaje para algo más que para expresarse cotidianamente que a lo largo de la historia han surgido seres inescrupulosos que expresamente se dedican a la literatura (o, actualmente , al periodismo que es un género que ha cobrado vida propia) para endiosarse o engrandecerse ellos mismos sin aportar ni un ápice al acerbo oliterario más que una bonita pluma, desperdiciada inevitablemente en loops autorreferentes que se repiten una y otra vez (como nuestro querido amigo Fuguet o, con mucho mayor oficio pero la misma autorreferencia, el compañero Lemebel). O peor aún, seres despreciables que si bien es cierto poseen una grtan capacidad creadora, se endiosan en su pedestal y defenestran a todos aquellos pòbres, oh, mortales que no están a su altura (en Chile tipos copmo Edwards o Lafourcade, por nombrar los ejemplos más clásicos). Personajes que han coayudado a crear el esterotipo del escritor de beatle y terno impecable que divaga en cafes y bares hablando de la mímesis o de la antipoesía de Parra o su homónimo en cualquier parte.

Un estereotipo odioso, sin duda, como todos los estereotipo, pero realista y útil. DEjo la pregunta abierta ¿vale la pena saber quién escribió que? ¿o es mejor ignorarlo? DE que nos ayuda a no caer en algunos textos infumables...concuerdo absolutam,ente. Empero ¿Serían tan malos si desconociéramos de quien vienen? Quizás...