Saturday, November 08, 2008

Las teleseries en Chile

Las teleseries en Chile son un producto híbrido medio extraño entre vendedoras de cosas, reflñejos y refuerzos positivos y negativos de ciertas cualidades identitarias. No siempre es así, pero es notorio el hecho de que las telesries más exitosas siempre son las que terminan refiriérndose a una característica o arquetipo socialmente aceptado. Si tomamos, por ejemplo, el Señor de la Querencia, vemos cómo esta teleserie se alimentó de la violencia presentada en los noticieros centrales y de la centenaria tradición patronal autoritaria que parte con O'Higgins y últimamente se ve encarnada en Lagos y, probablemente (ojalá me equivoque) en Piñera para presentar la historia de un patron de fundo medio loco y con tintes mesiánicos que hacía lo que quuería en su reducto de poder.

Si vemos hacia atrás, veremos que el patrón se cumple en la mayoría de los casos: una teleserie exitosa será aquella que logre identificar a un mayor número de teleespectadores o que sea capaz de mostrar los rasgos de un Chile variopinto y lleno de matices de la manera más universal posible, recurriendo muchas veces a clásicos literarios para sustentar sus axiomas.

Historias ambientadas en el Mercado Central, en la isla de Pascua, en balnearios costeros, en carpas de circo o de gitanos, los cerros de Valparaíso, los ghettos elitistas de Plaza Italia para arriba, las discotecas top, el trabajo universitario, en fin... han sabido enganchar con los teleespectadores en distintos momentos de los últimos años, aseguranbdo el negocio y la reputación de sus actores, dejando contento a productores y socios capitalistas y profundizando una construcción identitaria que refleja, en todos estos casos, estructuras de poder en sus distintas variantes que en el transcurso de la historia se demuestra que funcionan a pesar de cualquier conflicto aparente, el cual a lo más terminará con el status quo y la renovación de la jerarquía dominante a partir de sus héroes y heroínas y castigando a sus villanos, que siempre teerminan siendo los personajes más vistosos porque hacen y deshacen en pos de sus objetivos.

Sin embargo, algunos autores insisten en aplicar los principios del arte a sus teleseries, dando como resultado productos llamativos y absurdos que muchas veceds no logran esa identificación con los teleespectadores y se convierten en un fracaso comercial, o bien subsisten a duras penas y en el mejor de los casos terminan como series de culto. Canal 13 es especialista en este tipo de historias: Piel Canela, Fuera de Control fueron teleseries adelantadas a su época, anunciando la nostalgia ochentera y el mundo de los realities, mas al ser extemporáneas a los respectivos boom, no contaron con un éxito masivo y en el caso de la primera mencionada fueron un evidente fracaso. otras, como Hippie y Descarado, son experimentos arriesgados y sin mucho asidero con la realidad, puesto que los Hippies del 13 eran cuiquitos y olorositos y el guión no lograba reflñerjar los conflictos sociales y la efervescencia de aquellos años ni MENOS delinear arquetipos identificables hoy. Descarado, para que decir... si a los yankees les resulta tan bien la ciencia ficción en sus historias pop es porque ellos tienen una base científica potente y 50 años de historia y de acostumbramiento del público como respaldo.

El punto es que las teleseries actúan como una especie de refuerzo cultural de ciertas estructuras sociales de las cuales actúan como reflejo y los que intentan hacer arte con ello pierden el tiempo (y las lucas) de los canales.
El canto del cisne norteamericano


En estos días esta de moda alegrarse con el triunfo de Barack Obama en las elecciones
presidenciales de Estados Unidos. Y es que su ascención al olimpo norteamericana fue posible gracias a un mensaje lleno de simbolismos importantes que, partiendo de la base de su genética y de su historia personal llena de esfuerzo y están reinterpretando el sueño americano y volviéndolo a presentar a "América" (en un sentido absolutamente reduccionista) como la tierra de la libertad y esperanza donde todo el mundo tiene su lugar y su espacio asegurado y garantizado por las enmiendas de una constitución federal donde caben y coexisten perfectamente constituciones rerpresivas como la de Arkansas y otras tan liberales como la de California.

Se nos olvida por un momento que Estados Unidos no es un sólo país como estamos acostumbrados a pensar: son 50 y algo estados variopintos que a pesar de sus diferencias concuerdan más o menos en un número reducido de verdades fundamentales. Estados unidos es un mosaico multicultural interesante con el que nos hemos ido familiarizando a través de películas, series de televisión, libros, comics, música y toda clase de artefactos culturales con los cuales hemos sido bombardeados sin cesar, la mayoría de nosotros desde la más tierna infancia, a tal punto de que sabemos más de cultura norteamericana y todo lo que ella encierra que de la nuestra.

Y es que E.E.U.U. es tan inclusivo en sus axiomas básicos que todo cabe dentro de su gran corazón, que es el equivalente a lo que hizo Roma para consolidar su expansión: TODO es parte de Roma, y por esto el triunfo de Obama es el triunfo de un mundo cansado de las sospechas y de la paranoia del enemigo externo de la mitad de americanos aislacionistas que protegen su "sueño americano" a toda costa de cualquier cosa que ellos vean como amenaza externa (el comunismo, el islam, los inmigrantes ilegales, etc) encasrnada en Bush y sus secuaces (un vistoso ejemplo de cómo el estabilishment es caopaz de defenderse de cualquier disenso utilizando sus armas publicitarias para destruir a su rostro más visible)

Debo ser uno de los pocos ciudadanos del mundo que siente pena por Bush, una víctima de sus dogmas monolíticos y su poca altura de miras que confió en demasía en el apoyo de las estructuras supragubernamentales que gobiernan este país. Nunca le creí, ni me gustó, pero me da pena.

Volviendo al punto, Obama es un poco como Constantino: el perseguido que se transforma en cabeza del perseguidor y encabeza la última renovación de un imperio alicaído y herido de muerte porque los propios estadounidenses olvidaron su sueño común y en aras del libremercado se concentraron en desarrollar sus utopías particulares hasta que se dieron cuenta de que la peligrosa línea entre la inclusividad y la pérdida de sentido había sido traspasada a partir de su propio motor fundamental: la economía.

Disfrutemos, pues, del canto del cisne norteamericano.